jueves, septiembre 26, 2013

TRILOGÍA DEL REY Y EL MAGO (3ª parte)

A los pies de la torre en ruinas, aun humeante, el rey y el mago contemplaban la devastación, el primero con el rostro tiznado de hollín... y sangre, el segundo con su sombrero cónico hecho un guiñapo y mal colocado sobre uno de los laterales de su huesudo cráneo.
Ambos contemplaban el castillo en ruinas, los campos quemados, los cadáveres, los heridos lamentándose, las bestias muertas con las patas apuntando al cielo,...
_Malditos bárbaros!_ dijo el mago_. Lo arrasaron todo, no dejaron piedra sobre piedra.
_Pero sobrevivimos, y los ahuyentamos, los sacamos del reino.
_Sí, pero a qué coste mi rey, mirad la desolación que nos rodea, ni mi magia más poderosa podrá arreglar la décima parte de lo destruido.
_Mi buen mago, mírate las manos, las puedes ver, ¿no?, ergo vivo estás, así que remángate esas exageradas mangas de tu hábito, pues hay mucho que hacer.
_En verdad sois poderoso, mi señor; apenas veo a los bárbaros alejarse por el horizonte y ya estáis pensando en la reconstrucción.
_Poderoso, ¡je!... más bien práctico, la noche se acerca, el viento arrecia, mejor tener un techo bajo el que cobijarse y comida que llevarse a la boca; y nada de eso va a caer del cielo, ni salir de tu varita mágica.


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